Paseando por las pintorescas callejuelas de Lavandou, camino al ritmo pausado de esta encantadora ciudad del sur de Francia, entre Toulon y Saint-Tropez. Hay algo más que acompaña cada paso, una melodía familiar y relajante que se integra armoniosamente en el entorno mediterráneo. Es el canto de las cigarras, esta sinfonía natural que resuena a través de la belleza de los paisajes, del ambiente cálido del pueblo.

Paseo por el corazón del pueblo.

Sin prestar mucha atención a lo que sucede a mi alrededor, me dejo llevar por la pequeña brisa. Me aporta un poco de frescura aunque el sol Golpea los adoquines y me calienta la espalda.
Sin ningún objetivo concreto, allá donde me lleven mis pasos, descubro los distintos monumentos emblemáticos de la Lavandou : Loficina de turismo, fuentess, que bonita iglesia ubicado en corazón de las calles, a la sombra de dos grandes cipreses... Empieza a hacer un poco de calor para continuar mi descubrimiento a pie del Lavandou. Así que decido descansar unos minutos a la agradable sombra de los viejos plátanos. Frente a petanca Estoy convencido una vez más de la sabiduría de quienes plantaron en toda la región estos árboles que mantienen la frescura en las explanadas propicias a la vida social y comunitaria.


El canto de las cigarras

Mientras pienso, al principio no noto un pequeño ruido de fondo que, sin embargo, acaba llamando mi atención. Es el canto de las cigarras que suena en mis oídos y que se vuelve cada vez más importante a medida que le doy más importancia. A medida que pasa la tarde, el coro de cigarras me acompaña en mi descubrimiento de los pequeños callejuelas du Lavandou y rincones escondidos. Varias veces me encuentro escuchando atentamente para identificar de dónde podría provenir este sonido, lo que me permitiría observar los sonidos más de cerca. pequeños insectos que animan todo el día Le Lavandou de su música de platillos. Pero si su voz llena el espacio, necesito mucha paciencia para finalmente verlos.

Después de todo, ¿quién no soñaría con ser una cigarra?

Pero piénselo detenidamente. Poder cantar a todo pulmón sin preocuparte por lo que tus vecinos o Lavandourains que llegan a casa del trabajo. O simplemente pasear por donde los llevan los callejones, aprovechando la energía que proporciona luz del sol. Y sobre todo no hacer nada. Pues nada más que arrullar a los habitantes con pequeñas melodías y acompañarles durante todo el día con esas pequeñas melodías tan propias de la Provenza. Finalmente, con pesar tengo que regresar y dejar a mis nuevos amigos que me hicieron compañía todo el día.

Felices los que guardan algunas cigarras en el corazón y en la voz hasta el invierno.

A medida que me alejo, el camino parece muy tranquilo y silencioso.
Me pregunto si hay CD de cigarras cantando...

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